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Queridos hermanos:
Profeta en no es quien predice el futuro sino quien valora las cosas según Dios y habla en su nombre. El verdadero profeta ha sido elegido por Dios para esto. Es el caso de todo bautizado –tuyo y mío– que participa de la misión profética de Cristo. Son muchos los obstáculos en esta misión, desde la incredulidad de los destinatarios (como nos muestra el evangelio de hoy) hasta el ataque por parte de los falsos profetas (aquellos que todo el mundo quiere oír porque dicen lo que agrada, no lo que Dios quiere que se diga). Hoy se nos invita a reflexionar sobre cómo estamos siendo profetas en nuestra familia, trabajo, parroquia, comunidad. ¿Con qué obstáculos me encuentro? ¿Qué hago –o debería hacer– para superarlos?
Consejo de la semana: En la liturgia bien celebrada participa todo nuestro ser: mente sentimientos, vista, tacto, voz… nada escapa de la influencia divina cuando dejamos que el Espíritu Santo ore en nosotros y con nosotros. Llega unos minutos antes de la hora señalada para la Santa Misa y recógete en oración ante el Santísimo. Verás.
Gracias por ser parte de nuestra familia de fe. Dios les bendiga abundantemente.
P. Ángel
El evangelio de esta semana nos presenta dos casos paralelos, con sus diferencias, de personas que buscan vida. La mujer con flujos de sangre había quedado legalmente marginada de la sociedad debido a las creencias del tiempo que consideraban esta hemorragia como algo impuro. La hija del jefe de la sinagoga con tan sólo doce años, gravemente enferma, muere. En ambas aparece clara la impotencia humana para alcanzar la salud, más aún la salud integral: personal, social, material y espiritual. Sólo quien es la Vida puede conceder vida y salud plena. ¿Dónde y cómo busco yo la salud integral y la vida? ¿Qué obstáculos me impiden acercarme a Jesús?
Consejo de la semana: En el relato de hoy Jesús insiste en que sólo es necesario tener fe, es decir, fiarnos de Él y dejarlo actuar en nuestra vida: buscar que las cosas se hagan como Él quiere. La fe es un don de Dios, por eso es necesario acogerla y cuidarla. Antes de iniciar el mes de julio, mes de vacaciones por excelencia, repasa cómo estás cuidando tu fe con la oración diaria en cantidad y calidad suficiente. ¿Cómo vas a asegurar que la oración no decaiga en las vacaciones? Repasa cómo estás dejando que Dios actúe en tu vida con la docilidad a las inspiraciones del Espíritu Santo y el rechazo tajante de todo lo que sabes que es contrario a la voluntad de Dios. Asegúrate de que en esto no haya vacaciones.
El evangelio de hoy se desarrolla en el mar, que en la mentalidad bíblica era considerado con temor por ser fuente de peligros. Jesús salva a sus discípulos del naufragio ante la tempestad, mostrándose más fuerte que el mal. Pero nos enseña que el “estar” con Él no nos exime de los peligros. Sólo la fe nos da la seguridad de que Jesús siempre protege con su poder a sus discípulos. En los momentos de tempestad en mi vida, ¿en qué, en quién o en quienes confío? ¿Qué me da paz? ¿Me dejo sorprender y asombrar por el poder soberano de Jesús o le exijo que actúe como yo quiero?
Consejo de la semana: Llama esta semana a algún miembro de la parroquia que viva o esté sólo. Deja que Jesús esté con él a través tuyo un buen rato, sin prisas. Si no conoces de nadie, pregúntale al coordinador del ministerio de Pastoral de la salud o a la coordinadora de los Ministros extraordinarios de la Comunión.
La parábola de Jesús sobre la semilla nos desvela una ley de la naturaleza… y de la fe: en lo más pequeño, en lo cotidiano, en cuanto sucede tan a menudo que no llama la atención, está Dios actuando, escondido. Creer en este Dios, latente pero activo, viéndolo actuar y colaborando con Él nos da esa paz que sólo Dios produce y que el mundo no puede dar. ¿Desconfío o me desanimo frente a los problemas que parecen no tener solución sino complicarse más cada día? ¿Me he dado cuenta de que la solución a lo que me agobia está en dejar a Dios actuar en mi, es decir, en creer (fiarme de Él y obedecerle)? ¿Qué voy a hacer para dejar a Dios fortalecer mi fe, para dejar que me ponga en la ruta de su voluntad?
Consejo de la semana: Con alguien que te manifieste estar abrumado por los problemas que tiene, o que no entiende cual es la voluntad de Dios, saca tiempo para escucharle e invitarle a orar juntos, quizás frente al sagrario, utilizando tu texto favorito de la Sagrada Escritura para estas situaciones.
En el Evangelio de hoy Jesús dice: «Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre» (Mc 3,28-29). Explica san Juan Pablo II en su encíclica sobre el Espíritu Santo Dominum et Vivificantem, nn. 46-47: «La ‘blasfemia’ no consiste en el hecho de ofender con palabras al Espíritu Santo; consiste, por el contrario, en el rechazo de aceptar la salvación que Dios ofrece al hombre por medio del Espíritu Santo, que actúa en virtud del sacrificio de la Cruz. [..] La blasfemia contra el Espíritu Santo es el pecado cometido por el hombre, que reivindica un pretendido ‘derecho de perseverar en el mal’ —en cualquier pecado— y rechaza así la Redención. El hombre encerrado en el pecado, haciendo imposible por su parte la conversión y, por consiguiente, también la remisión de sus pecados, que considera no esencial o sin importancia para su vida. Esta es una condición de ruina espiritual. [..] En nuestro tiempo a esta actitud de mente y corazón corresponde quizás la pérdida del sentido del pecado. [..] Anteriormente el Papa Pío XII había afirmado que ‘el pecado de nuestro siglo es la pérdida del sentido del pecado’ y esta pérdida está acompañada por la ‘pérdida del sentido de Dios’».
Consejo de la semana: Lee en el Catecismo de la Iglesia Católica los números 1846 al 1876. En tu oración esta semana pide al Espíritu la humildad para reconocer tus pecados y abrirte a la misericordia perdonadora y sanadora de Dios, especialmente acudiendo mensualmente al sacramento de la Confesión.
En el evangelio de Marcos el pan es símbolo de la misión de Jesús de reunir y alimentar a todos los pueblos. Lo vemos claramente en las multiplicaciones de los panes que narra el evangelista. Por tanto, al alimentarnos con su pan en la Eucaristía, Jesús nos está invitando a participar en su misión. Él nos aclara bien que el pan es su cuerpo. Con ello nos invita a entregar nuestro cuerpo como él entrega el suyo al servicio de la misión, para buscar del bien de los hermanos amándolos. Nos dice también que es necesario beber del cáliz, es decir, compartir su fidelidad a la voluntad del Padre hasta la muerte. Pero nos asegura que la última palabra la tiene la Vida, simbolizada en el vino nuevo que beberá en el Reino de Dios luego de su muerte. ¿Cómo entiendo el significado de comulgar a la luz de las palabras de Cristo, que son las mismas que se repiten en la consagración en cada Misa?
Consejo de la semana: El alimento que necesitamos todos es Dios. ¿Por qué no acercar a Dios a las personas con las que entramos en contacto mediante un gesto, una palabra, un consejo, una escucha atenta de sus necesidades: todo según lo que Dios nos inspire? Considera también comentar con algún amigo lo que Dios está haciendo en tu vida.
El mandato misionero de Jesús incluye el bautismo “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28,19), el Dios Trinidad que debe ser anunciado y acogido en la vida de cada ser humano como comunión. El seguimiento de Jesús tiene como finalidad que la Trinidad que se nos comunica en cada sacramento desde que recibimos el Bautismo viva en nosotros con su modo de ser: en comunión. Esto supone dejarnos transformar, divinizar, para pasar de ser personas buenas que viven para sí mismas tratando de no hacer mal a los demás e incluso haciendo algunas obras buenas por el prójimo, a personas que viven al servicio del bien de los demás, es decir, personas en las que Dios que es Amor vive y actúa como actúa en la Trinidad. ¿Cómo hago presente en mi entorno la Trinidad que habita en mí? ¿Qué cambios me pide Dios para vivir en mi la comunión en la familia? ¿En la parroquia?
Consejo de la semana: Para dejar que Dios te divinice es indispensable practicar la lectura orante de la Palabra (Lectio divina) diariamente, y confesar y comulgar con frecuencia. También es indispensable abrirse generosa y desinteresadamente al servicio de los “pobres”, es decir, de aquellos con carencias en el cuerpo o en el espíritu, para que Dios pueda amarlos por nuestro medio. Te recomiendo vivamente que participes en algún grupo o ministerio parroquial como, por ejemplo: Lectio divina, lectores y monitores, Cáritas parroquial o Pastoral de la salud.
El Espíritu Santo, cuyo envío por parte del Padre y del Hijo hoy celebramos, es quien hace posible el plan de salvación de Dios. Nos transforma desde dentro dándonos la vida divina y haciendo posible la comunión con Dios y entre nosotros. Es tan grande este Don increado de la vida divina que para disfrutarla necesitamos que el mismo Dios nos haga "nacer de nuevo", es decir, nos de una nueva forma de ser. Es un proceso que requiere paciencia y obediencia de nuestra parte. ¿Puedo decir que estoy haciendo lo que me corresponde para que esto se de? ¿Cómo puedo colaborar mejor para acelerar el proceso?
Consejo de la semana: Arrodillarse es un gesto de adoración. El que no tenga impedimento para arrodillarse debe hacerlo durante la consagración, es decir, desde que el celebrante invoca el Espíritu Santo colocando las manos sobre el cáliz y la patena hasta la aclamación “Este es el sacramento de nuestra fe”. El que no pueda arrodillarse debe hacer una inclinación profunda después de la consagración del pan y otra después de la consagración del vino, justo en los momentos en que el sacerdote hace la genuflexión.
La ascensión del “Señor Jesús” es una imagen para expresar que Él es Dios: tanto el “subir al cielo” como el “sentarse a la derecha del Padre” esto es lo que significan. Terminada la misión de Jesús en el mundo, comienza la etapa de la misión de sus discípulos, o mejor dicho, de Él en sus discípulos –tu y yo–, y lo que en un principio era sólo para los judíos ahora abarca todas las naciones. Pero no somos enviados por separado, individualmente, sino como comunidad de creyentes: esto es parte del anuncio. Y no vamos solos: puesto que el Señor Jesús es Dios, Él vive en la comunidad de creyentes –los que viven en su nombre– y es quien por medio de la comunidad anuncia la Buena Nueva y hace su obra. Cada uno de nosotros nos tenemos que preguntar: ¿vivo en el Señor Jesús –en su nombre?, ¿vivo en comunidad de fe?, ¿qué señales de esto veo en mi vida?
Consejo de la semana: Durante la recitación del Credo o Profesión de fe, las palabras “y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre” se pronuncian con la cabeza ligeramente inclinada hacia adelante, en señal de respeto y agradecimiento a Dios por el increíble amor que nos mostró con el acontecimiento de la Encarnación. ¿Por qué no mostrar que somos una sola comunidad –un solo Cuerpo Místico de Cristo– siguiendo todos las indicaciones de la liturgia?
Ya la semana pasada Jesús nos había dicho que para dar fruto es necesario “permanecer” en su amor. Hoy nos explica lo que esto implica: (1) dejarse amar (=servir) por Él, (2) querer lo que él quiere (=buscar y cumplir su voluntad), y (3) dejarle a Él amar por medio de nosotros. Dejarse amar por Dios implica permitir que nos regale su visión, su sabiduría, para verle cuidándonos, sanándonos, guiándonos en cada instante. Cuando esto no se vive, acabamos mendigando ese amor a algo o a alguien que no puede dárnoslo, y que acaba por dejarnos vacíos. Vivir en la voluntad de Dios significa dejarnos guiar por la Ley de la Nueva Alianza: el Espíritu Santo. Lo tercero es la consecuencia lógica de lo anterior: el Espíritu nos lleva a ponernos al servicio del bien de los hermanos. Entonces es Dios, quien es Amor, quien ama en cada uno. ¿Puedo ver estos tres componentes del “permanecer” en mi vida? ¿O sigo fracasando en mis intentos de “ser amado” y de “amar” sin Dios?
Consejo de la semana: Sin formación en la fe es imposible afrontar con coherencia los retos que nos presenta una sociedad hostil a la fe. Entre ellos, el profundizar en la experiencia personal de comunión con Dios y el transmitir este estilo de vida a los hijos. Te animo a estudiar por tu cuenta el Catecismo de la Iglesia Católica o el Compendio del Catecismo. También en Internet tienes hoy en día una amplia oferta de formación en los temas más variados, desde espiritualidad y liturgia hasta Biblia y Teología del cuerpo. Pero cerciórate de que la fuente de los mismos es católica. Si tienes dudas, pregúntame. Verás que cuando le das a Dios, Él siempre te regresa el ciento por uno.
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